Noruega

Noruega (Foto: Librería Berlín)

Mi hijo Eduardo me regaló el 21 de Noviembre de 2021 la novela Noruega en valenciano. Mi experiencia lecto­ra en valenciano se limita a ¡No emprenyeu el comisari! de Ferran Torrent y también tengo por ahí, sin leer todavía, La cara oculta de la lluna de Pasqual Más i Usó.

Noruega ha ido de estante en estante y de rincón en rincón sin que me atreviera a leerla. Estaba leyendo estos días atrás Éramos otros, última entrega de Salón de pasos perdidos de Andrés Trapiello y al­guna cosa más y, al terminar, me dije a mí mismo que ya era el momento de «atacar» Noruega, novela de la que había leído y oído grandes elogios como el libro, al fin, en el que Valencia alcanzaba un papel protagonista. De hecho, en Valencia y en Cataluña, el éxito ha sido considerable, y ya ha sido traducida al castellano.

La he leído en tres jornadas, con alguna dificultad pero no excesiva: utiliza un valenciano algo diferente para mí, con expresiones y giros localistas (por información de mi amigo Vicent), pero, en resumen, no resulta especialmente trabajosa la lectura. La impresión es que es una novela curiosa, supongo que bien escrita y donde predomina el pesimismo, la amargura y la sordidez además del aderezo de una intimidad indiscreta y un tanto turbia.

Convierte Valencia, sin solución posible ni previsible, en una especie de caos distópico donde el pasado siempre es mejor y el presente del relato se recrea en el menosprecio de quien no está en el lumpen; se sublima la rebeldía y se pondera, como algo desea­ble, la marginalidad y el desorden. No se entiende la belleza de lo normal, de lo corriente, y no hay nada de positivo en la ciudad ni en aquellos que no están en sintonía con el protagonista, ¿alter ego del autor?

Es cierto que aún detectando las deficiencias de la ciudad, la pérdida de alguno de sus rincones, de al­guna de sus esencias, no señala directamente culpa­bles, sino a la ciudadanía y sociedad valencianas en su conjunto. Todo excesivamente amargo. Me cuesta entenderlo porque no he frecuentado los bares sórdidos ni conocido los prostíbulos o probado las drogas. Un caso perdido.

Ridiculiza a una burguesa que tiene coche pero que no ha leído a Casavella. Yo tampoco. ¿Quién es Casavella? Nos ilustra con los autores que ha leído y a los que ha releído (una nómina de clásicos y modernos de los que, muchos de ellos, casi nadie lee, salvo Alfred) pero parece que ni una cosa ni la otra ha hecho con Homero, Lucrecio, Cer­vantes, Shakespeare, Lope, Calderón, Quevedo, Clarín , Baroja, Huarte de San Juan, Sender, Hemingway, Austen, Hnas Brönte, Poe, Wilde, Dickens, Pepys, Boswell, Stendhal, V. Hugo, Moliere, James…. De cualquier modo, ha valido la pena. Noruega. Capital: Oslo.

Para serenar el ánimo leí ayer Mendel el de los libros de Stefan Zweig -excepcional- y una antolo­gía poética de Emily Dickinson: la poesía sigue sin llenarme.

El Perellonet, 15 de Mayo de 2023.

Festividad de San Isidro.

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