El valor de la amistad

Ilustración de Fernando Vicente @FVicente_Illust

Acaba de morir el amigo paternal de uno de mis hijos: 80 y 37 años. Cuando me notificó su fallecimiento le contesté, vía whatsapp, con un breve texto: «Lo siento. Sé que le querías». El amigo le tomó bajo su protección siendo estudiante, se preocupó por él a lo largo de toda la carrera, le preguntaba, le orientaba y acabaron trabajando juntos los últimos 6 años. Hasta donde yo sé lo conoció a través de su hijo por ser compañeros de estudios y sintonizaron por una manera de ser, a lo que parece, bastante similar: alegres, inquietos, positivos…

Siempre he creído -cosecha propia- que solo se puede tener de verdad, en la juventud, un amigo del alma. La amistad íntima, entregada, generosa, no da para más. Se puede tener compañeros, conocidos, compinches y relaciones de verdadero afecto a lo
largo de la vida pero todo ello de una intensidad media que no está nada mal, pero amigo, amigo…

Esto, por supuesto, es otra cosa: como se ha dicho es casi una relación paternofilial, de tutor, de maestro. Yo mismo – y es sobradamente conocido- tuve un maestro y amigo que me abrió los ojos al mundo de TODA la literatura, al arte, a la etología…en
fin, al mejoramiento cultural (aunque no lo logró, es evidente).

Quisieron las circunstancias de la vida que D. Rafael -así se llamaba el amigo, siempre D. Rafael- fuera el marido (se descubrió muchos años después del inicio de su amistad protectora) de una querida y entrañable compañera mía: Amparo. Eso, claro, me lo hizo algo más próximo aunque lamento no haberle conocido más que por la experiencia vital narrada por mi hijo. Supongo que es ocioso decirlo pero nunca celé y la relación no me produjo mas que una honda satisfacción al comprobar que una persona de la importancia en su actividad como D. Rafael, atendiera al chico y me llegara el eco de su verdadero afecto por él.

Ha muerto después de sobrellevar la última enfermedad durante dos años. Hasta en eso parece que fue optimista y no relajó su interés por la vida, por su actividad o su entorno familiar y afectivo. Mi hijo no ha podido tener un mejor ni más generoso maestro en las cosas de la vida. Jamás le apeó el respeto y siempre, ante nosotros, se refirió a él como D. Rafael.

Don Rafael seguirá velando por él…¡Gracias!

Valencia 2 de Octubre de 2021.

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