Trapiello. Madrid.

Todo lo que he leído de Andrés Trapiello me ha gustado. Sus libros (Al morir don Quijote, El tejado de vidrio, Las vidas de Miguel de Cervantes, Los nietos del Cid, Otra vez el ayer. Los intelectuales y la guerra civil, Las armas y las letras) y sus artículos. Me gusta cómo escribe, me gusta como habla y su presencia física me infunde confianza, me resulta grata y fiable. Por la lectura de Las armas y las letras llegué a conocer a determinados autores y a ir leyendo poco a poco a algunos de ellos como he ido contando en entradas anteriores. Fue él quien me llevó también a cono­cer y leer Nuevas lecturas compulsi­vas de Félix de Azúa.

Creo, tengo para mí que diría Don Quijote, que Trapiello es un profundo barojiano que no sé si trata de disimularlo revistiéndose -entiéndaseme y no me parece una impostura porque se puede ser las dos cosas- de ferviente galdosiano. De hecho fue de los primeros en manifestar su desagrado ante la torpe, y malintencionada, biografía de Baroja perpetrada, dijo, por Gil Bera. Es común y muy ha­bitual la referencia a ideas y conceptos de Don Pío en cualquiera de sus magníficos artículos.

Y cuando digo revistiéndose no es que sea artificial, no. Es evidente que siente y conoce, seguramente como pocos, la obra y la vida de Don Benito. Que lo ha estudiado, lo valo­ra y lo analiza en profundidad. Nada que objetar, por supuesto. Cada uno tie­ne sus preferencias y las suyas son muy fundamentadas, sin duda.

Pero solo unos detalles antes de hablar de otras cuestiones generales de Madrid. Dice  que «tenía la ilusión de escribir novelas, y quería hacerlas, a ser posible, como las de Baroja». Reconoce la mirada de Baroja sobre los barrios bajos humildes, llena de poesía, de humani­dad, de lirismo y concluye, en definitiva, en lo que tuvo: una mirada piadosa. En otro pasaje afirma que de la cursilería no se libró nadie -incluido Galdós– salvo Baroja.

También expone, en el lado negativo, que Baroja con disimulo jesuítico trataba de erosionar el prestigio de Galdós a cuenta de la forma de obtención de información para la escritura de sus Episodios Nacionales. Si lo dice Trapiello así será pero cuando escribí una entrada titulada Baroja y Galdós ya dejé mi opinión de que no había tal hostilidad y que otra cosa sería lo que dijera Benet. Y lo dicho: cada uno tiene su gusto y, probablemente -o yo al menos-, tende­mos a entender y disculpar las carencias o pequeñas debilidades de nuestros preferidos y no hacer lo propio con quien no apreciamos o consideramos menos. Nos ponemos estupendos a conveniencia, pero tal como decía Baroja, el autor reconoce que Galdós tenía como obra de cabecera el Madoz (página 452).

Veamos ahora Madrid.

Es un gusto. Muy bien escrito con su particularísimo estilo (lo de la “gosdivín” tiene mucha gracia), ameno, documentado y objetivo y apasionado a la vez. Desnuda su vida con un atrevimiento poco común y nos va desgranando en paralelo su vida y su expe­riencia en el recorrido por Madrid, sus personajes, Reyes, políticos, escritores y añadiendo, de vez en cuando, unas notas ácidas so­bre Barcelona que harán las delicias de unos y levan­taran ampollas en otros. No hace falta decir, creo, en qué côté estoy yo (no muchos autores se atreven a decir bien claro verdades de Cataluña, de algún autor, del independentismo, del 3%…). Tiene expresiones y frases muy divertidas y, en general, es un disfrute enorme su lectura, bajo el prisma constante de Galdós en el recorrido por las calles, plazas, rincones e Iglesias y Palacios de Madrid. Las opiniones que va vertiendo sobre grandes “vacas sagradas” de la literatura o la cultura de los últimos 100 años y, particularmente sobre los que pulularon en los distintos entornos de la Guerra civil, son unos juicios a veces cáusticos, a veces duros o generosos, a veces inmisericordes. Y me sorprende que no dedique, en el texto Madrid, ni una sola línea a Julio Camba, quizá sea porque, dice Trapiello, a Camba la ciudad «le aburría soberanamente» (luego lo arregla un poco en Retales Madrileños). Coincido plenamente en la opinión que tiene de Tierno Galván, del personaje creado y de sus actuaciones. 

Introduce también una serie afirmaciones que, permítaseme la jactancia, he ido refiriendo en alguna de las entradas o en otros foros y en las que coincido con él y recuerdo, así a vuelapluma, lo que parece su poca afición -igual voy de lo parti­cular a lo general- por la literatura sudamericana cuando dice que no está entre sus cálculos volver a leer Cien años de soledad, y por el tono… tampoco un comentario sobre Borges es muy caritativo. Igual me equivoco de plano porque el que tiene escaso interés por la literatura sudamericana, soy yo.

Comenta lo grato que puede ser encontrar en los libros de viejo algunas notas o cuentas que recuerden a su anterior poseedor y a ello me referí en la entrada La vida de los libros, de hace no mucho. Señala que no ha sido capaz de leer Tiempo de silencio de Martín Santos: yo la empecé tres veces y no pude pasar de la página 2.

Cuando se refiere al Museo Reina Sofia dice que es «donde convalece el arte contemporáneo de todas sus tonterías». In extenso ya lo dijo Adolfo de Azcárra­ga -no referido expresamente a este Museo, aunque en una visita que hicimos con él, iba de bufido en bufido- en el último capítulo «Recapitulación y declaración» de su libro Arte y artistas va­lencianos donde escribe, hacia el final: «Yo pienso que el llamado arte moderno, en su gran mayoría, es una farsa. Más todavía: creo que así piensan casi todos, aunque no se atrevan a manifestarlo. Unos por no estar seguros de su propia opinión; otros, por temor, prudencia o humildad.» Amén. Poco que añadir por mi parte, salvo que siempre me ha parecido que si una obra de este tipo necesita sesudas explicaciones en la cartela o en el catálogo para explicar o convencer al espectador de qué es aquello, mal vamos.

Quiero recordar que el mismo Azcarraga es el que organizó, allá por 1980, una exposición en Valencia de Ramon Gaya -pintor y escritor tan ponderado por la familia Trapiello/Moreno- que la reseña del pintor es el capítulo XVI del libro citado mas arriba y que conservo las reproducciones de dos cuadritos de aquel evento.

Como además parece obligado, hay que aflorar algún error o incongruencia. Me sabrá perdo­nar el autor.

Dice que para la fiebre pauperal (sic) hay vacuna. Quiero creer que el error no es suyo: fiebre pauperal sería fiebre del pobre o a causa del pobre y lo que puede padecer una partu­rienta es fiebre puerperal, de niño. Ese mismo error cometía mi padre y jamás me atreví a corre­girle.

Señala como vivienda de D. Pío Baroja, su última vivienda en Madrid, en la calle Felipe IV. Es verdad que ella hace ángulo recto con Ruiz de Alarcón pero fue  en esta, en el numero 10 pral A-izda, luego el número 12, donde vivió y murió y así se recoge en la placa junto al zaguán, en innumerables bio­grafías (valga por todas, Los Baroja, Julio Caro Baroja ed. Caro Raggio pág. 352) y en las cartas que D. Pío escribe a Eduardo Ranch. En el número 10 -de Alarcon, dice- desde 1940 y en el número 12, al menos, desde 24 de Abril de 1943. Tema menor, de cualquier modo.

Por último, me llama la atención, un poco, que no acep­tara biografiar a Ana Bolena, a Catalina II o a Josefina porque en el título aparecerían como Yo, Ana Bolena, Yo, Catalina II… etc.  Justifica que se negó por la imposición del «Yo», pero se compadece mal -aunque aquí el yo parece jugar otro papel- con su participación en la serie editorial Baroja y yo. Su trabajo, bajo el número 24, es el mejor con diferencia. Buen barojiano y buen galdosiano, Andrés Trapiello. Magnífico escritor y atractivo personaje injertado de madrileño militante. ¡Gracias! y, como creo que le gustaría a él oírlo, leyéndolo me lo he pasado FETÉN y las repeticiones, que las tiene, no me molestan. Y toca, ahora sí toca, al revés de la célebre apostilla del Pujol, decir que quiero a Madrid porque sí, porque me gusta y es, para mí, preciosa, porque necesito visitarla con frecuencia, porque disfruto también recordando los largos periodos pasados allí y, solo además, porque es la patria chica de mi padre, el hogar y lugar de trabajo  de dos de mis 10 hijos y la cuna de dos de mis 21 nietos (dentro de poco, de tres de mis 22 nietos).

Segorbe, 2 de febrero de 2021. La Candelaria.

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2 comentarios

  1. Muchas gracias Pedro por tu magnífico artículo sobre Andrés Trapiello. He disfrutado mucho con su lectura y me ha encantado tu análisis y pasión que le has puesto.

    Con mis mejores deseos te enví­o un saludo muy cordial.

    Manolo.

    Manuel Nieto Salvatierra

    Doctor en Ciencias Geológicas · Fundador y Presidente Emérito

    Calle Conde Altea, nº 1, 3ª Tel: +34 96 3959496 http://www.evren.es

    46005-Valencia (España) Mov: +34 609 603 099 e-mail: mnieto@evren.es

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    1. Una vez más y ya van…has alabado lo escrito más por tu afecto que por su valor, aunque en esta ocasión hasta al propio Andrés Trapiello le ha gustado. Es este un escritor que mantiene su criterio – lo que no es fácil- frente a la masa de cretinos, intelectualoides y memos que se creen en la obligación de denostar a Madrid porque así no les tacharán de fascistas, anticatalanes o vete a saber qué. Bien, con menor fortuna, intento hacer lo propio.Un abrazo.

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