De investiduras

Vamos a asistir en los próximos días a una sesión de investidura en la que, previsiblemente, el candidato del Partido Popular, Sr. Núñez Feijóo no obtendrá, en la Cámara, los votos necesarios para ser procla­mado Presidente del Gobierno. ¿Es legítimo el intento? Por supuesto, por más que la izquier­da recalcitrante -y sus medios afines, sumisos y entusiastas- traten de deslegitimarlo, olvidando, queriendo olvidar, que fue el Partido Popular el que ganó las elecciones.

Mas allá del martilleante «no es no», del ansia de poder omnímodo que busca el Sr. Sánchez, del posible gobierno Frankenstein y de todas las tentaciones frentepopulistas de quienes le van a apoyar en su intento -cuando el Rey le designe candidato- de alcanzar el poder, lo que es verdaderamente irritante es que sea, o lo parezca, de todo punto imposible introducir un mínimo de cordura, de sensatez, de mesura, en la política española.

No es que sean adversarios -o enemigos, en la célebre anécdota de Sir Winston Churchill- es que son irreconciliables e incapaces de analizar más allá de su inmediata meta. No hay espíri­tu de servicio, hay ambición, hay orgullo desmedido. Y si el deseo de gober­nar, de servir, es legítimo, sin reparar en conse­cuencias o sin un punto de generosidad quizá no lo sea tanto.

No parece posible un pacto entre el PP y el PSOE. No se contempla una gran coalición que nos evitaría muchos dolores de cabeza y nos haría recuperar un cierto sentido de lo institucional, de país, de patria, de intereses colectivos que interesan y afectan por igual a derechas, izquierdas o centro. Se acusan unos a otros de con quién van a pactar: para unos es indecente que se pacte con Vox, para otros lo es que se haga con Bildu, nacionalistas de todo pelaje y otras formaciones menores.

Y la cuestión es: ¿Es más perversa una situ­ación que la contraria?. ¿Quién va a muñir más al Estado? ¿Quién se aparta más de la Constitu­ción?. ¿Por qué es más «decente» pactar con el PNV con su supremacismo y racismo a cuestas -como ciertos nacionalismos catalanes- que hacerlo con otras formaciones que pueden pecar de lo mismo pero en otro espectro? Me corrijo: no es otro espectro porque estas formaciones nacionalistas son más de derechas que la derecha más recalcitrante de corte estatal y, por supuesto, bastante más insolidaria y excluyente. De este modo, ¿cuál  puede ser el futuro inmediato?

El Sr. Núñez Feijóo no obtendrá la Presidencia, se propondrá, para tal, al Sr. Sánchez y este, alegremente, sin rubor, sin vergüenza y sin freno pactará con quien haga falta para alcanzar la mayoría absoluta. ¿Es esto irremediable? ¡No! Si el Partido Popular asiste impasible a esta maniobra, será cómplice de ella y tiene la solución -y la grandeza- en su mano. Entregue los diputados que haga falta al PSOE, de modo que este no tenga que pactar amnistías, ni prebendas, ni entregas de capital con quienes tienen como único objetivo dinamitar España.

Es difícil, el PSOE no lo haría -de hecho lo ha rechazado de plano-, pero no todo el mundo es igual y el Partido Popular que presume de pensar en Estado, en democracia, en el bien común sin privilegios, de todos los españoles, bien puede transitar por el camino de la generosidad prestando el voto de los diputados necesarios (pedirlo él, al revés, sí lo ha hecho) y evitarnos el bochorno de contemplar cómo un gobierno se obtiene primero y se apoya después en un delincuente prófugo de la justicia, que además amenaza -con sus compañeros de viaje de ERC- en reiterar el desafío. Mientras, por si acaso no, siguen pasando por caja.

No será, pero de aquí a entonces, seguiré soñando.

El Perellonet, 24 de septiembre de 2023, festividad de La Merced.

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