Baroja, siempre Baroja

Cartel de la campaña ‘Baroja por Madrid’ diseñado por Sara Herranz, por el 150 aniversario del nacimiento de Pío Baroja.

Se está escribiendo -y celebrando- mucho sobre D. Pío y no me voy a privar de hacerlo yo también.

Vaya por adelantado, para evitar serias inter­pretaciones, que soy barojiano empedernido, irre­ductible y contumaz desde hace cincuenta años. Y como a veces no se tiene recato en presumir o simplemente hacer cuenta de los méritos barojianos, ahí van los míos: tengo toda, digo toda, la obra de Baroja en distintas edi­ciones (bastantes títulos repetidos tres y cuatro veces porque me resulta difícil abandonarle a su suerte en un anaquel) que he ido comprando de nuevo, en librerías de viejo, en librerías de lance y en ferias diversas. He leído toda, y digo toda, la obra de Baroja sin excepción y varias obras, varias veces. Han pasado por mis manos decenas de artículos sobre él y he leído una porción importante de monografías, estudios, tesis doctorales, críticas acerbas, textos amables de estudiosos, entregados, objetivos, visceralmente agresivos, libelos… de todo.

Es Baroja, sin ningún género de duda el mejor novelista español del siglo XX. Lo decía Adol­fo de Azcárraga -que es como si lo dijera el Papa de Roma-, y lo digo yo -que es como si lo dijera su acólito-. Pero es que, además, es poesía, lirismo, ter­nura y atención misericordiosa en un medio tris­te y hostil como el mundo por el que él pasea su observación, especialmente el Madrid de fin del S. XIX y el de la primera mitad del siglo pasado.

Baroja era un buen hombre, era un hombre piadoso -ya me entienden, no un beato- que tuvo siempre una mirada acogedora -piadosa- para los tristes, los desvalidos, los pobres, los míseros, los desheredados. Siempre entendió y describió el mundo marginal de los suburbios, de las chabolas, de los desmontes y de las gentes tristes y embrutecidas y describió su ambiente, sus casas, sus barrios y las vidas como nadie, y que me disculpen los Galdosianos.

¿Era arbitrario y contundente en sus juicios? Lo era, pero eso no le convierte -como indecentemente han hecho algunos- en un ser mezquino o despreciable. Estoy convencido de que, en el fondo, era un ser amable y sensible, en absoluto misógino sino, más bien, un tímido sentimental como estudió Azcárraga y poseedor de una bondad que pretendía ser salva­dora de todas las debilidades y desgracias humanas.

Baroja sólo escribió, como paisajista (donde vuelve a ser el mejor), de lo que vió. Se desplazó a las ciudades, a los pueblos y a los lugares donde ubica los hechos y, particularmente, donde suceden las acciones de la guerra Carlista. Cierto que podía tener un carácter difícil, a veces poco agradecido y siempre quejoso de no tener dinero (así lo expresa en una carta a Galdós donde eso dice y aunque en la traslación a la escritura a máquina pongan “no tengo ánimo”, es “no tengo dinero”). Recuérdese cómo se des­pidió del profesor Van Praag en Amsterdam, después de tenerlo hospedado en casa a mesa y mantel, al subir al tren: «¡Bueno, adiós!» pero, ¿qué otros au­tores y no autores son parecidos o de no mejores actitudes?

Baroja, afortunadamente, se sigue editando y, dentro del desierto de la formación juvenil, aún se sigue leyendo y estudiando. Solo un detalle: a lo largo de un año es difícil no encontrar en la prensa una porción de artículos o remem­branzas sobre D. Pío. Por algo será.

Mi recuerdo, lectura y estudio, los tiene permanentes y los álbumes que confeccioné años atrás con fotografías de las casas, calles y ciudades de España y de Europa donde vivió, las calles dedi­cadas, su tumba y otras cosas, son objeto de revisión constante, incluida una emocionante visita a Itzea y una charla y comida con Pío Caro Baroja.

Pio Baroja siempre formará parte de mi vida y si necesita cualquiera pasar un buen rato, que no vacile: coja una de las extraordinarias novelas, o memorias, o textos en los que a veces no pasa nada y verá lo que es vivir, ensoñar o ser feliz en la lectura, pasando a un mundo de emociones, de sentimientos profundos y de gratitud. Todo eso, nada menos, es Baroja.

Valencia, 22 de Diciembre de 2022

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2 comentarios

  1. Encendido y emocionado recuerdo de Pío Baroja. En éste mundo, todavía existe, gracias a Dios, la admiración y la lealtad. La soberbia, el orgullo, impide muchas veces al hombre de hoy admirar. Y si el hombre de hoy logra admirar a alguien que no sea él mismo, lo hará, en muchas ocasiones, sin la profundidad y las raíces de la lealtad. Será difícil que sea un admirador leal.
    Pedro Garcia Rabasa admira a Don Pío Baroja y le es fiel y leal. Su admiración por él es antigua, auténtica y de verdad.
    Y su compromiso, hasta que la muerte lo separe. Felicidades, Pedro, por tu capacidad de admirar a un ser como tú, y mostrar que ésa está firmemente anclada en la lealtad.

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    1. Querido Rafa:
      Es tan hermoso y generoso lo que dices que no creo que yo sea el beneficiario.
      Siempre te sobra una alabanza que uno no merece.
      Mi devoción por Baroja seguramente es interesada y en el plano literario ha sido, año tras año, el mejor compañero de viaje.
      Un fortísimo abrazo, amigo.

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