Penúltimas lecturas y un descubrimiento: Cambó

A pesar de la canícula y la somnolencia que lleva consigo a veces, este es un tiempo en el que el ejercicio de la lectura se nos hace más atrac­tivo, generalmente más fácil por mayor ejerci­cio del ocio, que también se entrena.

Me entretuve con la lectura de El tejado de Vidrio y Troppo Vero, ambos de la serie Salón de pasos perdidos. Dentro de la estimable línea general, los dos me han gustado y espe­cialmente Troppo Vero. Son unos buenos ejemplares de lo que el autor, Andrés Trapiello, denomina como una novela en marcha (creo que lo llama así).

Antes de otras lecturas del propio Trapiello, leí Ma­tar un ruiseñor, de Harper Lee que, ¡oh sorpresa! y da­do mi desconocimiento, es una mujer. Me gustó mucho y refleja extraordinariamen­te el ambiente racista y opresivo de un pueblo de Alabama donde se desarrolla la acción en la que, por más que uno espere una solución justa superando los prejuicios raciales. esta no se produce a pesar de los brillantes y pacien­tes esfuerzos de Atticus Finch. La relación con su hija Scout es todo un curso de pedagogía y psicología paternofilial.

Como en Moby Dick -para mal- y en El viejo y el mar -para bien- en esta novela, en su lectura, siempre está presente la portentosa actuación del actor que representa el papel principal: Gregory Peck en la mejor actuación de su carrera. Al menos así me lo parece. Con una ventaja, en estos dos últimos casos, como ya afirmé en escrito anterior: En Moby Dick es muy superior la película sobre el libro y en los otros dos casos, siendo extraordinarias también las interpretacio­nes de Peck y Tracy, no disminuyen el valor de las novelas. Son memorables las interpretaciones pero no menos gratas y estupendas las novelas.

Después de este pequeño alto en el camino de la lectura de la obra de Andrés Trapiello, retomé de este lo que había ido comprando:

– Los amigos del crimen perfecto: interesante novela, original, humana, con ciertos toques amargos pero vital al fin.

Los confines: buena novela. Atrevida por el tema y, quizá, con la única conclusión posible.

El buque fantasma: ¿autobiográfica? Interesante la descripción de la levítica sociedad en la que vive el personaje principal

Ayer no más: gran novela sobre los coletazos y consecuencias sociales, personales y familiares de la Guerra Civil, incluso a muchos años vista. No es una novela al uso sobre la cuestión, ni de buenos y malos, ni de un bando terrible sobre otro no menos terrible.

Puestos de nuevo sobre temas en el entorno de la Guerra Civil o en ella, me tropecé con un libro con un titular llamativo y un poco a la defensiva: Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie. En el prólogo justi­fica el por qué de tan estrambótico título.

No estoy de acuerdo con el autor, Juan Eslava Galán. A mí me ha gustado y no poco. Me parece un modo desapasionado, objetivo y curioso de contar la historia de algo tan sensible, todavía hoy, como la Guerra Civil. Creo que es un libro altamente recomen­dable, bien escrito y de un modo no convencional y que aporta naturalidad a este tema de la contienda de 1936-1939.

Me regaló un hijo -con la extraña pretensión de que se lo dedicara, lo que hice y me quedé sin el ejemplar- Asombro y desencanto, de Jorge Bustos. Aunque lo subtitula como un libro de viajes, no me lo parece en sentido estricto. Ya conté tiempo atrás los libros de viajes leídos -especialmen­te de Italia- y este es algo especial: cuenta lo que va viendo de una ruta quijotesca y un recorrido por Normandia, Paris y el Loira, pero de lo que real­mente escribe es del viaje como idea, como meta en sí misma más que lo que se ve, siendo esto in­teresante y muy bien descrito. Es más la filosofía del viaje que los monumentos, pueblos, ciuda­des o paisajes que va visitando. Así lo percibo.

En los últimos días y como tantas veces por una información de prensa compré y comencé a leer 1917. El estado catalán y el Soviet español, de Roberto Villa García. Me indujo el comentario favorable, el autor que conozco por su magnífico libro escrito con Manuel Alvarez Tardío 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, y porque aparte de conocer que 1917 es el año de la Revolución Rusa, uno de los años de la Primera Guerra Mundial y que en el mes de agosto nació mi padre, mi desconocimiento sobre aquél momento es, como solemos decir, enciclopé­dico. El libro es extraordinario, documentado y de un enorme trabajo de investigación y, tengo la certeza moral, objetivo y hasta frío, diría uno.

Entre otras muchas cosas, las convenciones cons­titucionales, los turnos de Gobierno, el limitado papel de las Cortes, las actuaciones de Alfonso XIII, Romanones, Maura padre e hijo, Dato, La Cierva, Alba, García Prieto y Lerroux, Iglesias, Melquiades Alvarez, Pestaña, Largo Caballero o Prieto y Besteiro, así como de Generales de todo tipo y filiación, ha llamado mi atención dos: las Juntas militares y Cambó.

Lo de las Juntas, que analiza en profundidad, me ha producido estupefacción: no me acaba de entrar en la cabeza que dentro de un Ejército donde la jerarquía y el conducto reglamentario son Ley – por mal que estuviera el español en ese momento y eso sí lo sabía por antepasados militares desde la Tercera guerra carlista- se puedan articular y tolerar unas Juntas reivindicativas en el nivel entre 2 ° teniente y Coronel con pretensiones quizá razonables de tipo profesional pero también con intenciones políticas -incluidas amenazas y chantajes al Rey- para derribar gobiernos y condicionar la constitución de otros… Todo ello con la inestimable colaboración interesada, tai­mada, engañosa, falaz y rastrera de Fran­cesc Cambó, personaje que si lo conocieran le quitarían hasta la calle. Bueno, no sé: La Lliga y sus ramificaciones era y es mucha Lliga y sus ramificaciones.

Francesc Cambó.

Es curiosísimo ver como todos los argumentos de preterición, victimismo, supremacía, exigencia económica a cambio de apoyos puntuales que luego no siempre se cumplen y convencimiento de ser mejor que los demás y merecer más que los demás y otros que se han expresado por los independentistas catalanes de hoy (antes y después de su juicio y encarcelamiento; antes y después de su indulto) no los han acuñado ellos: los utilizaba a modo -y son citas textuales- el Sr. Cambó, prócer independentista y millonario, en los años 1917 y 1918 y después, aunque parece que acabó apoyando a Franco. Nada nuevo y todo expli­cable. Incluso lo de Argentina.

Valencia, 15 de julio de 2021.

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