No se suele ser generoso con la Administración y es más fácil criticar ácidamente -y socialmente parece que queda mejor- que reconocer sus aciertos cuando los tiene porque, asombrémonos, a veces los tiene.
Con todo lo que se está diciendo sobre la gestión de la pandemia del Covid-19, y no siempre en tono positivo, sí hay una cuestión que es conveniente exponer. Hemos sido llamados a ser vacunados los pasados días y acudir al centro montado provisionalmente en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia es toda una experiencia positiva. No sé si es mérito de la Generalidad valenciana, de su Presidente Ximo Puig -viejo conocido-, de la Consellera Sra. Barceló, del Psoe o de todos a la vez pero hay un dato objetivo: es una maravilla y funciona de forma extraordinaria.
Desde la convocatoria a través de sms al móvil con todos los datos necesarios, la llegada al lugar, los sucesivos controles de acceso plenos de amabilidad, la entrada, los puntos de higiene, la recepción, la pequeña cola, el último control y la inyección (una con Jannsen y el otro con Pfizer) todo es de una pulcritud y amabilidad extremas. Pasas a la espera prudente de los 15 minutos, por si acaso, y ¡a casa!
Es un tema no menor el del reconocimiento y bueno es que critiquemos lo negativo y seamos exigentes pero es menester ser justos y cuando las cosas se hacen bien gobierne quien gobierne o sea gestor el que lo sea, es inmoral, indecente diría yo, no manifestarlo. Por ello gracias, muchas gracias, a la Administración y la gratitud comprende, claro es, a todo el personal concernido sea subalterno, auxiliar, médico o administrativo.
Y si esto de la vacunación está siendo posible se debe obviamente a una premisa fundamental: hay vacunas. Hay, hasta ahora, cuatro aceptadas y dispensándose y es un auténtico portento que en menos de un año se pueda disponer de tales recursos gracias al esfuerzo de capital, humano y científico de muchos países, sociedades y empresas.
Por ello y no siendo experto en absoluto no veo claro el camino que alegremente a veces se vocifera: ”hay que liberar las patentes”. Si se quiere cercenar la innovación y la investigación médico-científica, quizá ese es el rumbo. Otra cosa es imponer o expropiar temporalmente o el modo coercitivo necesario para que eventualmente otros puedan fabricar el producto, con todas las garantías de secreto y privacidad necesarias, para que las vacunas lleguen en más cantidad y con mayor rapidez a todo el planeta, con especial atención al tercer mundo.
En Valencia, 14 de mayo de 2021.