Orwell. «1984»

Portada de una de las ediciones de 1984

La literatura, la cultura popular y los medios de comunicación han creado, yo creo que de manera natural, una serie de adjetivos calificativos cuyo origen está en personajes literarios o en sus autores. ¿Quién no ha dicho alguna vez quijotesco, sanchopancesco, freudiano, kafkiano u orwelliano?

También necesito creer, aunque sea en tono menor, como acuñó Ignacio R. M. Galbis en Baroja: El lirismo de tono menor (E.Torres & sons. New York) que se utilice Barojiano y entenderá el amable lector que me cueste aceptar nada rela­tivo a D. Pío, en tono menor.

La cuestión es: ¿todo el que utiliza estos adjetivos sabe lo que está diciendo o conoce, siquiera sea elementalmente, el personaje o su obra? Hace años me encontré utilizando alegremente el término kafkiano y me dije: ¿pero has leído a Kafka? No lo había leído y corrí a enmendar mi deficiencia. Ya se puede entender que no utilizo nunca el término freudiano porque ni lo he leído, ni pienso.

No están, en ese orden de cosas Cervantes ni Orwell porque leí hace muchos años «D.Quijote» y «Novelas Ejemplares» y «Rebelión en la granja» y hace menos «Homenaje a Cataluña».

Desde finales del mes de febrero y en estos 48 días de enclaustramiento a consecuencia de la declaración del estado de Alarma y sucesivas prórrogas ha sido posible dedicarse -a la fuerza ahorcan- a la meditación y la reflexión en la soledad, en el silencio y con las lecturas. También hemos tenido tiempo de aplaudir y valorar por qué y a quién aplaudíamos. Lo hacíamos, básicamente, al personal sanitario (médicos, farmacéuticos, enfermeras, auxiliares y celadores) y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado pero también a un sinnúmero de trabajadores que, disciplinadamente, han estado cumpliendo con su deber para que otros pudiéramos quedarnos en casa. Y a las familias, las grandes damnificadas.

Pero hemos dejado de aplaudir y de poner el Himno de España y el «Toque de Oración» o «La muerte no es el final» porque es un acto repetitivo que alguien -léase el gobierno- puede entender que va dirigido a él. Y no, a él deberían ir dirigidas otras cosas.

Dentro de todo, en ese tiempo pasado nos hemos podido refugiar, entre otras cosas, en la lectura y, así, han ido desfilando El impe­rio de Ryszard Kapuscinski sobre recuerdos y exploraciones de la Unión Soviéti­ca; El gran fracaso de Zbigniew Brzezin­ski; Otra vez el ayer. Los intelectuales ante la Guerra civil de Andrés Trapiello con prólogo de Paul Preston; La República Española y la Guerra civil de Gabriel Jackson (menos objetivo que Hugh Thomas y ocultando deliberadamente datos -uno especialmente clamoroso es que no nombra, no existe, Koltsov- que no favorecen su discurso claramente decantado a la izquierda y al Frente Popular); La matanza de Katyn, de Thomas Urban; la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de febrero de 2019 (2019/2819RSP) sobre la importancia de la memoria histórica europea, recordando, entre otras cosas, los asesinatos en masa, genocidios y deportaciones de los regímenes nazi y comunista; dos novelitas de Zane Grey; Paracuellos. Una verdad incómoda de Julius Ruiz; la mitad -la parte dedicada básicamen­te a la URSS y a España- de El libro Negro del Comunismo, coordinado por Stéphane Courtois y una serie de artículos bajados de internet a favor y en contra de Courtois (et al.) y, para desintoxicar, Cumbres borrascosas de Emily Brontë y Jane Eyre de Charlotte Brontë. Finalmente leí, días atrás, 1984 de George Orwell y a este es al que le voy a dedicar un breve comentario.

¿Cuál es la impresión? Vamos a ello. Es una novela dura, distópica, con un narrador que nos va contando las cosas y que pone de manifiesto la opresión del totalitaris­mo sobre la persona con toda la maquinaria brutal del Estado, la intervención de las voluntades y el engaño y la mentira como vehículos institucionales de comunicación e información y la vía unidireccional de la verdad, teniendo los medios de control y vigilancia, la represión, la crueldad y la frialdad cínica del sistema: el Hermano Mayor, la Policía del Pensamiento, el Ministerio de la Verdad, la propagan­da, la tortura y el culto a la personalidad del líder.

Ilustración de David de las Heras.

Pero la cuestión, para mí, es: ¿es una obra producto de un mal sue­ño? ¿Es un visionario apocalípti­co? ¿Es un profeta?

Veamos. La obra se publica en 1949 y nos dice lo que está pasan­do en 1984. Dicho con todos los respetos y, gustándome la obra, la novela-la hecatombe que describe- tiene truco y me expli­caré.

Con el ascenso de Stalin al poder, se había producido ya en los primeros años 30 la persecución, asesi­nato sistemático o internamiento en campos de concentración de los kulaks y campesinos y ello había propiciado -con factores meteorológicos- la gran hambruna de 1932-1933 con algún millón de muertes, en la hipótesis más leve; se había realizado purgas sin cuento desde 1934 y exclusivamente por el interés, capricho o simple maldad de Stalin; había tenido lugar, en 1939, la masacre de Katyn (y otros lugares) de militares pola­cos, intelectuales, clérigos, etc., cuya cuantificación se sabe y fija entre 22.000 y 23.000 víctimas y sobre cuya autoría el Sr. Vicepresidente del Gobierno dijo, en 2010, «la responsabi­lidad concreta de aquella matan­za, fuera o no de la URSS (¿?) es secundaria a nuestros propósitos». Estaba hablando de la película Katyn.

Orwell vino a España en diciem­bre de 1936 para participar en la lucha contra el fascismo y fue enrolado en una División del POUM, partido que, por trotskista, era contrario al PCUS y por ende al PCE. Resultó herido en combate, vivió los acontecimien­tos de la cuasi guerra civil en Bar­celona, la bárbara represión del POUM en 1937 y la desaparición y pos­terior asesinato de Andreu Nin. Fue testigo del control estalinista en el Gobierno con la presencia sabida y habitual del embajador Rosenberg en los Consejos de Ministros y de los comisarios políticos comunistas en los distintos regimientos y tuvo que conocer la represión que entonces, y después, se estaba llevando a cabo en Rusia y la sovietización de las Brigadas Internacionales. Por citar un caso de una persona reseñada en mucha bibliografía sobre la Guerra Civil, en 1940 fue ejecutado por orden de Stalin, Mijail Koltsov, hombre de su confianza en Madrid, miembro de la NKVD y corresponsal de Pravda, así como «asesor» en otros menesteres menos literarios y más sangrientos según diversos y acreditados estudiosos de la Guerra civil española -pudo intervenir con otros comunistas en las matanzas de Paracuellos, Torrejon, San Fernando, etc.

También debió conocer el asesi­nato, en Méjico en 1940, de León Trotski (Goldsmith en la ficción) a manos del agente español de la NKVD (antes Cheká y después KGB, por simplificar) Ramón Mercader y por orden expresa de Stalin (El Her­mano Mayor).

Igualmente hubo de saber los horrores del nazismo, las persecuciones y asesinatos de disidentes, de políticos, de gitanos, el Holocausto Judío, el Ministerio de propaganda de Goebbels, el culto al líder, el pensamiento monolítico, el militarismo y el afán expansionista… En definitiva, Orwell conoció los totalitarismos y sus consecuencias y pudo analizar con gran información directa y, desde luego, con perspicacia, de donde veníamos desde la crisis de la Primera Guerra mundial, la Revolución rusa y el ascenso al poder de los líderes totalitarios de izquierda y de derecha -sin olvidar, claro es, el fas­cismo italiano- y a dónde podríamos llegar. Nada más y nada menos, todo lo cual no le quita un ápice de valor a 1984, pues pone de manifiesto lo que puede ser porque sabe lo que ya ha sido. Un clásico que hay que leer, natural­mente.

En este estado de alarma que, con tanta restricción y limitación de derechos, se parece más al estado de excepción (artículo 116 de la Constitución Española y Ley Orgánica 4/1981) y que eminentes juristas cuestionan, al menos en su aplicación «extendida», nos dio el pasado domingo un ligero escalofrío la presencia constante de un helicóptero de la Policía Nacional con su mensaje reiterado sobre las precauciones de la primera salida de los niños a la calle. Nada que decir de la actuación de la Policía, por descontado, pero la sensación…. Todo hay que decirlo:¡¡acababa de leer 1984!! y es un tanto orwelliano lo que nos está pasando. Ahí lo dejo.

Valencia, 30 de Abril de 2020.

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2 comentarios

  1. Buenos días Pedro,

    Desde luego no te has aburrido. ¡Menudo partido le has sacado a la crisis del coronavirus! Yo hubiese necesitado años para asimilar tanto material; y mira por donde tú me lo has dado hecho. Te doy las gracias de todo corazón.

    Un fuerte abrazo para ti y para toda tu familia.

    Manolo.

    Manuel Nieto Salvatierra

    Doctor en Ciencias Geológicas · Fundador y Presidente Emérito

    Calle Conde Altea, nº 1, 3ª Tel: +34 96 3959496 http://www.evren.es

    46005-Valencia (España) Mov: +34 609 603 099 e-mail: mnieto@evren.es

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    1. Ya cambiaremos impresiones este verano si el Covid,el Gobierno y Dios-sobre todo- nos dejan.
      Sí,estoy leyendo mas o menos cinco o seis horas diarias y por torpe que uno sea,que lo es,eso cunde.
      Un fuerte abrazo para tod@s.(me he vuelto estupidamente correcto)

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